viernes, 5 de marzo de 2010

La llamada de Dios es la alegría de mi vida

Sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes él ha escogido y llamado (Rom 8,28). Siento que en esta palabra de Pablo se refleja toda mi vida. Desde mi niñez y juventud he percibido su ternura y su admirable cuidado en los varios acontecimientos que me han conducido, directa o indirectamente, hacia la vida paulina.

De la India a España, con corazón abierto
Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes él ha escogido y llamado. Con esta expresión de San Pablo, nuestro padre, quiero presentarme ante vosotros. Tres años han sido necesarios, para prepararme antes de venir a vuestra hermosa tierra, para realizar mi misión junto a vosotros; tres años que me ayudaron a profundizar más sobre la llamada de Dios en mi vida. Siempre he querido estar abierta y atenta a la hora de Dios. Y aquí estoy entre vosotros desde el 12 de marzo del 2009. Día inolvidable, porque desde aquel momento empecé a aprender vuestra lengua, que a decir verdad me gusta mucho y la estoy aprendiendo con ilusión y, al mismo tiempo, tengo mi corazón abierto para aprender lo mejor de vuestra cultura.

En cuanto a mí, quiero comunicaros algo sobre mi país, mi gente y mi historia vocacional.

Mi nombre es Fiona Diana Caldeira, soy de la India, de la provincia de Goa, tierra que antiguamente fue colonia portuguesa, donde San Francisco Javier, admirable misionero, proclamó con valentía la Palabra de Dios. Nací en Bhirondam, un pequeño pueblo en el territorio de Sattari, Goa donde conviven en armonía, dos grandes religiones: Cristianismo e Hinduismo.

Os recuerdo que la China y mi país, India, representamos casi el 40% de la población mundial. China nos lleva la delantera con 1330 millones de habitantes y la India tiene 1147 millones.

En la India no existe una sola lengua oficial. La Constitución estipula el hindi como lengua oficial, pero otorga la condición de lenguas oficiales a otras quince pertenecientes a otros tantos estados, que se usan en la enseñanza y en los documentos oficiales. Tenemos 24 lenguas habladas por millones de personas, aparte de más de 1000 dialectos ininteligibles para personas de otras zonas de India. ¿Quién se atreve a decir que ésta no es una maravillosa babel de Dios?

La fe y la felicidad de mi familia

En Bhirondam están mis padres y mis cuatro hermanas. Con ellos he vivido años felices. Por las noches nos reuníamos para orar y estar unos ratos juntos. Los miembros de mi familia son personas muy abiertas, de corazón grande y generoso, sobre todo con los pobres y necesitados; gozan estando al servicio de los demás. En cuanto a mí, recuerdo dos cosas que me encantaban desde niña: ayudar a limpiar las dos capillas del pueblo y jugar con mis hermanas a que éramos religiosas: aún recuerdo que para este juego siempre encontrábamos algo para cubrirnos la cabeza.

Mi padre es catequista y fue él quien nos enseñó desde niñas a cantar las letanías de la Virgen María y del Sagrado Corazón de Jesús. Mi familia es un don de Dios para mí. Fue en este ambiente donde recibí la llamada de Dios cuando tenía seis años; sé que era una edad muy temprana para tener esta ilusión de ser religiosa, pero los caminos de Dios son así. “Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios”.

He provocado a San Francisco Javier

Cuando crecí, sentí que debía decidir qué camino seguir en mi vida. Estaba preocupada… La vocación que sentí desde niña seguía latiendo dentro de mí, por tanto, creí oportuno tomar el bus e ir a la iglesia, en mi misma ciudad, donde se conserva el cuerpo de San Francisco Javier. Una vez allí, sentí que él podía interceder por mí en este momento decisivo de mi vida. Me atreví, en medio de mi oración, a pedirle que me hiciera el milagro de curarme el oído, que tanto me hacía sufrir. Le dije, provocándolo: si tú me curas, estaré segura de mi llamada. Él me concedió el milagro y yo entré en la Congregación de las Hijas de San Pablo el 13 de Junio de 1996.

Tenía contacto con otras Congregaciones, pero preferí las Hijas de San Pablo, que conocí algunas semanas antes, durante la fiesta de San Francisco Javier, en la cual ellas pusieron una exposición de libros. Me gustaba su misión. Cuando entré en la Congregación me edificó ver que las hermanas encontraban a Dios en la Palabra de Dios, en la Eucaristía, en el silencio, la oración y el trabajo. El trato entre ellas era respetuoso, sencillo y fraterno.

Nuestros confines son los confines del mundo

Son ya trece los años que vivo mi llamada entre las Hijas de San Pablo. He pronunciado mis primeros votos en el 2003. Cuando mi hicieron la propuesta de ser misionera en España sentí que era para mí otra llamada de Dios, como consecuencia de la primera llamada. Y también una llamada a la universalidad de nuestra misión: nuestros confines son los confines del mundo. Y, como decía Maestra Tecla Merlo, cofundadora de las Hijas de San Pablo: “Ofrecemos pies al Evangelio, para que corra y se difunda en todo el mundo”. Universalidad que nos llama a ver cada cultura con los ojos de Dios y de San Pablo: todos hermanos y hermanas a quienes ofrecer la verdad y el gozo del Evangelio.

Agradezco al Señor por los misioneros europeos, quienes han traído la fe, el gran regalo de Dios, a mi país. Y ahora me conmueve pensar que yo estoy aquí como misionera para comunicar y compartir la misma fe.

Estoy muy contenta de ser Hija de San Pablo y anunciar la Palabra de Dios a través de los Medios de Comunicación Social; de esforzarme cada día por hacer todas las cosas con, y por amor.
Agradezco a Dios por haberme llamado a la vida paulina, y lo hago no sólo con la oración, sino también, como buena India, a través de la danza, que para nosotras es otra forma de alabar a Dios.

Hago mías las palabras de Juan Pablo II, sobre todo para los jóvenes que a través de esta revista me han conocido:

“No tengas miedo de abrir las puertas a Cristo”.